Queridos Personajes

Buenos Aires, Avellaneda, 7 de Agosto de 2004


Queridos Personajes:

Apreciados Testigos, desamparados poetas, amados sátiros, respetados observadores y/o filósofos, teóricos, prácticos, enérgicos amantes bestiales, farsantes enajenados… Señor Arlequín:
Son muertes me dijeron una vez, pero fueron acero y viento aunque me cansé de anestesiarme con sus modales sin lamento, quizá sea más fuerte de lo que por años creí, porque las orquestas de mis silencios ya no me alcanzan. Parece que el mundo no conoce los manjares creados por los sueños del ingenio creativo, sólo los des-cubrí para aprender a sobrevivir.
Para aprovechar un error trabaja el payaso… ¡no es el caso más aplaudible de usted Arlequín! lamento mucho señor del hechizo en mi alma si consigo molestarlo pero no me espere en Primavera para nutrir sus jardines, ni sonría sobre estas líneas. Fui en busca del cofre de cristal “para bombones”, el pasto del potrero tenía rocío porque la noche quería irse, esperé cinco minutos luego de la puntual explosión que había prometido para las cuatro de la madrugada, el agujero era de unos dieciséis centímetros y el humo se esfumó rápido como para que lo viesen desde el tren de las cuatro y cuarto. No pude esperar a que se enfriase el metal porque escuché las voces de unos pibes ocupados en quemar cable, abrí con cuidado el pedazo de satélite hasta sacar el cofre y la carta... en fin, me quemé las manos y sin poder pegar una puteada me fui a casa desvaneciéndome como el humo, allí disfruté de la exquisitez de lo que creí era un bombón relleno de licor, mientras soplaba las cenizas abrí el sobre... mi saliva aún no había disuelto la trampa.
Es cierto que aquí en la Tierra los elíxires más sutiles son los bordadores de ritmos en el paladar causantes de instancias atrapantes, pero su jugada no se trató de un éxtasis: no era chocolate, ironía o engaño, sino que ignorando mí falta de prudencia optó por seducirme después de advertirme, reírse, alejarse, amenazarme, y llorarme desde la gracia.
Así me enfrenté a la indignación de leer mi cuerpo tediosamente absurdo al tiempo en que masticaba la garra del dragón sin llegar a reír porque quería descansar. Cuando terminé de leer su carta la pus rancia llegó a mi sistema digestivo, supuse que no era veneno aunque sí tarde, me había vuelto tan escamoso como el inmenso temor de reconocerme más patético que cualquier estética ante la cual se reivindica lo putrefacto.
Queridos personajes, mi literatura a estas alturas es un desastre porque los pretendí estáticos, girando sobre un tiempo cósmico el cual no sólo era la alegoría de todo centro sino que se sabía perpetuo como algún dios. Verán... quiero dejar de amortiguarme con sus respectivas idiosincrasias desvelando mis sentimientos por lo que le agradezco señor arlequín haber sido un medio para enfrentar al miedo, quédese tranquilo que mi lengua ya no es bífida y no tengo intenciones de dejar en el trono de mi imaginación a un comunista clerical que se ríe de mí, volviéndome perfectamente egoísta porque me adora inalcanzablemente ¡Soy tan imbécil como aburrido! Siento angustia al saberlos caricias divinas, también fueron caparazón y moretones, un magnífico entramado de enredos. Me canso ante mi asombro evidenciando la comodidad urgente, ya no es excusa haberme hundido hacia un eterno retorno donde procuro la calidad íntima de cada estado para transitarlo hasta borrar los bordes donde nace y muere el significante, adaptarme al significado hasta significarlo con mi envase... olvidarme de mí. Pero conozco algunas palabras aún suyas en mi boca, realmente no deseo reducir mi cuerpo a un envase, a él nutriré en Septiembre. Bajo la gracia busco ser feliz por ser humano porque su conciencia de muerte me distanció de la naturaleza... sé que jugó sus últimas cartas pero fue mucho el esfuerzo de mi parte, de mi sangre, dentro de todo lo hermoso de la realidad que no olfateé se encuentra la creación cotidiana en el compartir una emoción con la perspicacia de las vísceras, en la sencillez del amor que mi piel necesita registrar. Llámeme frívolo pero ya no me interesa ser alabado después de empezar un circo donde bailo el baile de alambres machambreantes mientras finjo seguir riendo... y sí, sepa que el arte de la irrisión es lo que he amado de usted, el mismo acto de fascinación desde donde sigo narrándome para revolucionar la materia al transformar la vitalidad del tiempo en sinónimo de libertad por medio de la cual se elogia la vivencia de la igualdad cuanto más diferente sea este tiempo del real, y hablo de tiempo real cuando me refiero al necesario. Si hoy le escribo es porque encontré un lenguaje que me atraviesa hacia la vida, allí, a cada letra,  palabra por palabra estoy asimilándolo con sus bagajes delante de mis deseos de reintegrarme mientras se evapora el hedor oculto en su sombra, ante ella la Verdad tuvo sabor a muerte y me convenció menos con sus frases que con mi aspecto morado de su complejo error que tanto le agradezco... La voz que mejor habló de lo que se escucha, me pertenece.
Supuse esperarme en la estirpe de los Narices Rojas que no se caen cuando callan, pero mi nariz fue roja puntiaguda, tan larga que respiré el amplio silencio del cielo pese a toda congestión. Ya no creo, ya ni escupo porque me sequé de vomitar el olvido que tanto me ha negado haciendo que me repita como me repito diciendo, como se repite donde ni siquiera se sabe el lamento un hálito imprescindible del lento amanecer otoñal. Nunca me llegó la Primavera, y mientras esto que digo lo asocio a usted, invadiéndome ante el desaliento del no saber que me podría colmar frente al coro cubierto con ceniza de siglos, no lo siento y lo esfuerzo, no me siento con ganas de hacerlo y asocio estupideces porque no supe hacer otra cosa, ya que siempre lo dije cuando hago que lo sigo diciendo.
Aquí, ahora acabo de comprender que jamás vendrá la Primavera, no es desagradable perder en melancolía la velocidad de una desesperación interesada por seguir sabiendo a ganar en templanza el suceder, aunque ingenuo aun espere a la esperanza de lo que no sabría entender. Ahora reconozco la fastuosa travesía de mi ansia, dentro de todo el horror puedo reír sin ningún valor adornante de su hermoso error... verme desde la distancia un tipo prudente me hizo putrefacto, me hubiera gustado ser considerado más justo y menos estratega. Por fuera del horror ya ni es sonido o silencio, de lejos escucho un chillón estornudo, ya no corto porque recuperé el cabello cuando cayeron las escamas, pero detrás de toda su elegancia algo lo baña de mocos estrellantes. Usted corre y se cae cuando tropieza errante, la gracia se desmonta mientras pretende levantarse, poco a poco su vigor comienza a fundirse sobre el calor que mi tono muscular esta dispuesto a utilizar. Ni siquiera intente disimularlo con sus caricaturas carnalmente ausentes, sus predicciones fueron correctas ya que al destruir su histeria mi inteligencia se está desarrollando, pero la pifia si cree que los soles de sus galaxias son los únicos que deben nutrirme. Usted basa su estandarte en un holograma que me dejó vacío, tan insoportablemente solo, gritando, llamando al impulso.
¡Hablarme! Recuerdo esos retazos de voces carentes de sustento donde nubes hechas de sonido herido por el viento se embellecían con el coro de fragmentos que a veces entonaba mi polimórfico aliento etéreo, nubes contra nubes derramaron el canto entre su efervescencia y mi piel capacitada en percibir la vibración melódica encerrada en los chirridos de vidrio cristalino, sueños de charlas jamás pensadas me ofrecieron maravillas de mundos, pero intentaron explicarme... ahora escucho el estornudo de la nebulosa que dio forma a su habla, me refiero a esa voz que negoció ante las nubes para seguir retocando bríos cortantes, hablo de la voz que escuché hasta encontrarme, hablo de pertenencia mientras hablo. Nuestros días estuvieron hechos de escuchas que hablaron como el lenguaje teatral lo hace cuando aún sólo desea moverse sin caerse por callar. Ya no hay mitos ni títulos de cortesía, soy quien estornuda expulsando confusión de formas decadentes, aquí empiezo a tutearte puesto que como “Señor en los Astros” fuiste el mejor bufón. El resfrío de nuestras horas de inspiración reclama purgar tus bromas anquilosadas en los fantasmas que obsesionaron tu reino, después cada miembro del coro necesitará adentrarse en tus laberintos para descuartizar sus repeticiones o mis fantasmas. El tiempo que pasamos insultándonos porque pretendiste adornar mi pensamiento al saberlo tan profundamente odiado, como si por costado significativo de las diez mil caras del instinto no fuese el color más oscuro de la gama más clara, como si no se sintiese distinto por anclarse como voz de la razón... nos distanciamos, creímos en la anomia y nos volvimos especiales, vos con el circo que ocupó mi alma, yo con la angustia de no sentir ese pronombre. Ambos erguidos por costumbre jugamos a descifrar goces en voces hacedoras de veces de goces, que al creerlos creados los pensamos perfectos. Aquí la especialidad se pierde, el espacio que ocupás en mi alma sigue haciéndome estornudar descubriendo la fantasía que nos hice al multiplicarme por dos aunque los papeles nunca nos unieran por el resto mi carne jamás.
Aquí veo tantas letras que se acaban como los besos terminan después de un amor, tus piruetas ya no me tientan, babeado por mi tango chocás contra nuestro manzano roto ahora como telgopor caído sobre el naranjo que se va quebrando, y como un dominó el bosque se fractura mientras el jacarandá demuele las carretas, los caballos se sueltan y no hay quien pueda escapar más que ellos. Detrás de vos sigo tosiendo y tu pueblo (mis personajes) despierta para apedrear tu palacio... vos seguís corriendo con tu trono cubierto de esmeraldas balanceándolo entre las manos, y vemos de pronto toda la mampostería como cartón  descuajeringado mientras sospechás de tus piedras preciosas. Sí, acabo de adornar con caramelos de menta a tu asiento tropiezo tras tropiezo. Las acuarelas reales ocultas en mi imaginación se diluyen porque le saqué el tapón a tu reino.
Todo vuelve a mi sangre y su bombeo... ¿Dónde estás?
El desafío será tocarte con esta carta allí en la sustancialidad que por imposible intuye alejarse de todo cuerpo cuando se embellece en imágenes como error perfecto de lo espontáneo y perecedero, aquel cosquilleo que no por infantil asciende para igualizar un sentimiento, sino para compartir la sublevación de la voz como cuerpo invisible.
Sin embargo siento que de saberlo sigo chillando poder crearlo, y no hay hecho más creativo que el suceso inesperado, cada nuevo entorno necesita de otra acción. Ahora hablo sin escaparme de este juego.


Referente: Matías Timpani.                    

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