Sonido del silencio


Creía que me escuchabas pero no existía en vos, nunca me liberaste, te adueñaste de mi esencia y en tu fiel esclavo me convertí, me pedías que no me detuviera pues temías resolver la partitura. Cuando descubriste, cuando te descubriste detrás del maquillaje y el lujo de tus extravagantes adornos plateados, contorneados en oro macizo y colores cubiertos con purpurina de tus ropajes modestos, me pediste que no te abandonara. Lo seguiste haciendo, hipnotizaste mis sentidos con tu mirada clara casi pura, ya sabías que me engañabas, nadie existía y a todos encerrabas, de todo te adueñabas.
Pero te engañás por placer sumergiéndote bajo la eterna insatisfacción, porque así lo tengas todo amarás exagerar sin saber vivir si no te besan con la mirada, queriendo atrapar con tu encanto al realizar sacrificios en nombre de la astucia, seducir con tus perfidias pareciendo que en tu alma viviese una esfera de fuego leal. Aunque en tu más profundo ser...
Es por eso que nos traicionamos, creemos en lo irreal, en lo imposible para hacer de nuestra vida una galaxia distante de las reglas y normalidades, para creer en otra realidad no convencional. Nos convencemos de fantasías las cuales nos permiten vivir mejor. Son tan hermosas y perfectas que nos seducen, luego nos atrapan hasta sufrir el cruel engaño de saber que sólo son reproducciones de sueños y deseos, un arma de nuestra propia ironía, una fiel asesina que nos obliga a resignarnos.
Pero porque quien impera dice que sos mi sueño no podes durar sin mí, ya no sería tu esclavo porque no existís, sólo yo puedo hacer que respires, sólo soy el dueño de mi propio sueño, mi deseo que me deja vivir. Sólo yo soy el culpable de olvidar que no existes siendo esclavo de mí mismo, acusándote amada ternura que provoca el sonido del silencio, de mis silencios con tu espectral orquesta de rimas cómicas surcadas desde los mágicos bailes donde asombran malabares hacia las sinfónicas según las cuales bestias y hadas responden al riesgo en sus roles... Sólo soy culpable...
Cuando te vi supe que estabas hecha para mí, con tu vestido largo y fino de una luminosidad que sólo podían compararse con tus pupilas, luceros verdes absorbentes. Tenías mejillas rozagantes, sentí como me besaban gruesos labios, te deseé entera para abrazarme a toda tu figura. Soñé que hacíamos el amor bajo la luz de una estrella fugas quien me recordó al desvanecerse... que te creía viva.
Fue en una mañana mientras miraba mis jardines cuando comprendí que todo lo humano está dispuesto a inspirase, es la condición biográfica-personal la que define o reafirma la capacidad de todo individuo. Imaginé fábulas con las que me había poseído, algunas de funcionalidad similar a la de los mitos pretendiendo refugiarse en razones que sólo conocen los símbolos con las cuales conseguí verme a un espejo… pero distinto:
Recordé la imagen en dónde mi cuerpo temblaba mientras se dibujaba el reflejo, aquella noche me desperté sudando, sentí a las palabras reunidas como hilos en un tejido descompuesto sobre dicotomías divinas, y miré al espejo, allí mi cuerpo y el rostro se proyectaban triunfantes, amenazantes, escupiendo carcajadas. Sí, era mi reflejo el de mi ser apoderándose de mi risa mientras me paralizaba… y me agredió para terminar de rajar al espejo y escapar hacia el mundo…
Desperté en esa mañana de rocío, me dirigí hacia el jardín al no entender pesadillas, pero la mímica se desfiguró, apareció rasgada cuando se asomó el humor irónico en mi sonrisa… En realidad los bufones son verdaderos soberbios y no por ser divinos, sino por investigar los procesos alquímicos que produce la risa al desarrollar la magia hacia los estados internos que encantan, siendo al mismo tiempo objetos de la burla en sus múltiples planes.
También se desfiguró el conocimiento bajo la inmensa preocupación de saberme ajeno por tembloroso, agrietandome no por la anecdótica pesadilla sino por sus anuncios: entre la ausencia de mi primera persona y mi reflejo se asomaba por algún portal la fuerza más vital de todas las herramientas, la Risa, en su fase irónica para poseerme al mostrarse intocable ante el más cercano de todos los pésimos… Recordé su reflejo al oler las flores, tenía los ojos  hinchados y húmedos por la impotencia, transpire blanco por cada poro del rostro mientras comenzaban a enrojecerse los labios intentándose escarlatas, y el superior se levantó sereno, dejaron de estar unidos, desde el extremo izquierdo ambos se rieron en nombre de todos los fragmentos, del otro lado su rostro blanco permaneció paralizado ante los pedazos rajados, como desfigurado al atraerse… Esas orquestas silenciaron los suplicios exorcizantes.

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