Fumando un
pucho comencé a narrar los residuos que el tiempo no ha bautizado.
A veces me
asombra el pensar que todo lo que perdí y rechacé es parte de aquella eternidad
en la que no se concibe lo esperado, lo que fluye, pensar en ese helado de
dulce de leche y vainilla que no tomé ese verano junto a los pibes del barrio,
con los que corríamos y jugábamos a las escondidas… me entristece.
Pensar en los
besos que no di, en las risas que no fueron, en mi soledad que tan bien me ha
acompañado, en las aventuras que no realicé con los desventurados príncipes
jóvenes de la quietud por ser argentinos y adolescentes al mismo tiempo, y… te
entendí, con tus lamentos, con nuestra amistad nueva que se debe tantos
encuentros, siempre es cierto que los días nos juegan una mala pasada, por ello
deseé ser ese niño sin ocupaciones preocupantes.
Hoy por hoy no
sé por donde voy aunque trataría que los días tuviesen más horas para
compartirlas con aquellas personas que me conectan con la simpleza de la
emoción cuando el corazón se parece a un faro.
Sé que me iré
de aquí habiendo elegido tanto, pero…
¿Cuántas cosas
serán parte de esa única eternidad en la que yo no habré participado? Le
pertenezco a un mundo entre infinitos posibles pero sin una efectiva
existencia, no se pueden conocer todas las posibilidades simultáneamente,
aunque el humo exhalado en sus formas me indique lo contrario. Mi tranquilidad
comienza con la comprensión de la variedad hasta el momento en que nace la
mejoría… hay una necesidad dónde se contornea la urgencia en el mundo real por
lo que el resto, aunque no imposibles, se vuelven inconvenientes.
Y aposté, sí…
Resolví el
dilema apostando por más risas, por más secretos compartidos, por más caricias
y amores divinos, resolví apostar por la espontaneidad del niño que jamás
permitiré que destruyan, que deje de jugar intuitivamente en el mundo de los
“grandes”.
Pero no se
puedo seguir puro ante los puntos muertos en que se detuvo alguna vez todo el
amor… aprendí a hacer el bien y ya no el daño siempre que el mal no sea
necesario para alejar las bestiales fuerzas de la desafinación que hiere, y
aun, las del silencio envenenado por la costumbre de algún dolor.
Por eso
querido amigo es que te pido que tus preocupaciones y ésas paradójicas
ocupaciones necesarias, no te alejen de la emoción de cada galaxia donde el
tiempo parece disfrazarse pero para salir de juerga, aquél reino… tópico del
alma que no deja de nacer:
El reino de la Imaginación…
En su hora
visitada más allá del reloj compuesto por ruedas y resortes firmes, en su
posible obertura cuando suele conciliarse con lo que es o no preciso, incluso,
aunque siga convenido.
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