Mi mano descendiendo hacia tu pantorrilla,
tu piel erizándose y mi saliva abundante, unto la caricia y escondes tus
cosquillas, fingimos el accidente de habernos quedado tan pendientes. Yo de
vos, vos de mí, en un silencio atroz mi corazón creció y no supe volcar
lágrimas de alegría aunque por dentro bañasen mis centros flaqueando cuantas
verdades sostienen al Universo, una única respuesta me hizo posible, bajo la
cual quiso conspirar el poderío del mundo entero en su esplendor… lograr
hundirme en tu mirada para disfrutarnos en besos extensos de ritmos lentos,
compuestos por ciertas paradojas de ondulantes sentimientos.
Tus yemas pronto en mis hombros adelantando
ese abrazo que no querrá morir, cada externón un imán desde dónde me marchaba
entre dolor y acrobacias del alma, esperándome en tu cuerpo, te supe añorada
como se reconoce el valor de una flor al oler su perfume por vez primera, te
conocí inigualable en virtud y belleza sin poder dejar de asombrarme en tanto
amor para entregar, evaporar, y lloverte después.
Todo se me volvió banalidad, mis quejas y
guerras, mis risas o bienes, incluso mis juicios tras glorias y penas ¡Anhelos!
la vida se me estaba derritiendo como si los años en experimentos se
neutralizaran con el solvente de tus labios barnizados a cada beso.
Intensos recorrimos en cosquillas que
lastiman nuestras pasiones, con la estética paradoja de aquellos que se alejan
para no herirse mientras se acercan ácidamente demoliendo lo que no fuese
abrazo, beso, o cuanta reunión bajo el arte del encastramiento, deseo y miedo
dan un mismo movimiento.
Nada me estaba resultando mis horas y sin
embargo las percibí entre mis manos como si pudiesen quitarme el aire de un
sólo golpe certero, y en gratitud, sonreiría con ése último aliento.
Tu calor transpirándome, nuestros párpados
resistiendo al ensueño, no intuimos si detenernos o dejarnos llover,
abandonarnos para no matarnos hasta tatuarnos la piel… yo de vos… vos de mí, o
abrazarnos suaves mientras pasan las estaciones para renacer en primavera ante
un parque de nietos sobre hamacas, toboganes y subibajas. Correrlos juntos
entre carcajadas, como recolectando los frutos después de cada flor.
Tu nariz y la mía cortejándose en los
extractos del perfume, ningún gesto más que el sincero, nuestros labios
sosteniendo del aire un mismo rato, las pestañas divertidas, tus roces tan
amantes ¡Nuestro amor!… el viento postergando su paso sobre las hojas de los
árboles tan enternecidos como la luna, que en su andar pareció brillar con luz
propia y primaveral.
Espectadores fueron también los grillos
orquestando aquel encuentro generoso para los amantes… ¡Ansias! El esplendor de
la vida era entre las almas que expanden sus brotes, desde las pasiones.
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