El corte del tridente



No hay quien pueda escapar de mi homenaje a Satanás, quiero anunciar que poseo su tridente para deformarte, para irritarte, seducirte, desgarrarte, en fin, para sangrarte.
Convoco siempre que existo en un cuerpo humano a los demonios más siniestros que el fuego carmín y la niebla hayan nombrado para reproducir el daño.
Mis dientes son verdes, tan amarillentos como el ácido que corre por mis venas. Mi piel está mutada por la radiación, mi dermis es completamente violeta.
Mis ojos son grises y ciegos no pueden llorar, pero mi lengua bífida olfatea el sudor, reconoce la conmoción, el miedo y la cautela de mis víctimas. La nariz respira el nitrógeno del aire con el que fabrico el nitrato del que se alimentan mis células cancerígenas secretoras del veneno que me asfixia, por lo que vomito grandes tragos del hedor podrido escondido en esa pus rancia que vomito cuando suelo atragantarme con las palabras, después de marearme por sentirme temido, por ser descartado, odiado, inoportuno, desconsiderado, en fin, por sentirme un monstruo.
Ese soy cuando te encuentro confusa, para que me cuentes el modo en que mis ojos se vuelven rojos porque el ácido desconectó el flujo eléctrico en mi cerebro, por lo que no puedo pensar ni seguir la trama de tus aventuras ante la incompetencia de mi semblante para maquillar toda la miseria de mis oídos que no quieren escucharte, más solo puedo vomitar el exceso del veneno inapetente por los moretones grabados en mi cuerpo...
No se te ocurra tocarme, que no puedo sentirte más que para lastimarte profundamente. No intentes besarme que mi aliento te adormecerá y no habrá príncipe que logre despertarte, porque cuando poseo el tridente no elijo lastimar, es esa misma oscuridad carbonizante delante de tu asombro al mirarme la que ha fabricado al único arpón de seis filos, sin más definiciones con sabores errantes que cualquier resultado de la exuberancia… para defenderme si es que podés agredirme.
Y si me interesa apoderarme de tu dulce inocencia, me verás acercarte los hilos de saliva con los que tejo bellezas desprejuiciadas… y si realmente quiero tenerte, cuando el juicio me declare triunfante, me verás cortarte la piel luego de arrancarte el capullo de seda simulado en los tejidos esculpidos con mi absoluta devoción como decorados irresistibles al tacto, y me verás atractivo cuando tu asombro se transforme en espanto... Mi vómito habrá ingresado como un virus en tu sangre.
Entonces, y desde ese instante, tu voluntad será mía.

No hay comentarios: