Su infancia fue explicada por muchas voces
diferentes pero todas lo vieron como un ser especial. No es especial el sujeto,
sino el lenguaje que intenta explicarlo.
Los niños son porque se van haciendo a
través de la educación, las instituciones y cuanto servicio predispuesto a la
enseñanza, ésa sutil forma de insertar a los individuos en la sociedad, tan
maravillosa para crear escapes, con y sin fines, que sería imbécil objetivarla
para destruirla.
Su adolescencia no fue exuberante o
repugnante, sólo se dio cuenta de la necesidad que le carcomía, si hubiese
podido hubiera reído eternamente. Era feliz por naturaleza, quería vivir
riendo. Si se rió de estupideces o si se divirtió gracias al deleite de la
sátira no es la causa por la que se volvió imbécil, nunca fue brillante ni
tampoco imbécil hasta que quiso saber qué era. Entonces se colocó todos los
lentes de colores que su curiosidad le permitió coleccionar, y así escuchó cómo
su voz se modificaba gracias a la filosofía que encerraba cada lenguaje con los
que trató definir su identidad, pero no
pudo reconocerse con ningún lente.
Creo saber su historia mejor que los demás,
pues de todos sus intentos fui asignado por él como el testigo, quizá por ser
el dueño del papel y el lápiz a la hora de prestarle el cuerpo a “ese
hechicero” del que tantas veces habla, de introducirlo en la literatura que es
su mejor espejo.
No es mi intención ser objetivo porque todo
su entorno se adjudica esa condición, que
incluso para la sociedad es una gran virtud. Al reflexionar sobre ello
nos daríamos cuenta que si los sujetos se construyen todo es subjetivo, en
tanto el lenguaje como suma, resta, y producción de subjetividades.
Resolveríamos que la objetividad es aún tan ilusoria como los cuentos de fantasía,
lo que hace que yo me transforme en el más objetivo de toda la psiquis de este
imbécil del cual les quiero hablar, y de toda la realidad que me mantiene al
margen, porque como sabrán, esto si bien no es una “obra de arte” (se irán
dejando implícitas algunas referencias acerca del valor de la misma)
tampoco deja de reflejar la realidad de los sujetos, el lenguaje y la
sociedad...
Paso a explicar porque en mi mundo, en mi
realidad, soy objetivo de igual forma en que lo soy en la realidad del sujeto
que pueda estar leyendo a una entidad que dice ser el más objetivo de ambos
mundos luego de presentarme como el testigo de un sujeto, en particular
imbécil, que vive en un tópico en donde usa lentes que tienen la cualidad de
modificar su personalidad a través del lenguaje y al mismo tiempo en otro donde
sabe que esta condición es improbable porque no puede ejecutarse literalmente a
diferencia del otro mundo, espléndido por literario, en el cual yo vivo... y
doy fe que así le ocurre cada vez que viene a entretenerse usándome como medio
organizador entre ambos.
Quien les habla sabe que es un ser ficticio,
lo que en líneas generales quiere decir que no es real para un tipo de
realidad. Y el que se expresa en este escrito es quien estuvo escribiendo
alguna vez, así que me reconozco como un ser anacrónico, semejante a mi Señor,
vivo cada vez que soy leído en la conciencia de algún alguien y cobro forma en
su imaginación cuando la naturaleza es literaria (que como sabrá, está
cediendo su tiempo real al introducirse en esta historia sin espacios tangibles)
por lo que desde ya pido disculpas (y no por ser modesto sino por objetivo)
si resulto tedioso, ridículo, o si en fin genero algún tipo de daño neuronal,
pero para que permanezca la tranquilidad este último comentario es metafórico (o
sea que no podría suceder en su realidad) Sé que puedo producir risa o
espanto y no porque sea malvado sino porque puedo resultar rebuscado, pero
señoras y señores a estas alturas de la conversación, mejor dicho, del monólogo
en el que tengo en cuenta lo que se puede estar pensando (cualidad de máxima
libertad en los sujetos) y para entrar más en confianza, ya sabrán que todo
se lo debemos al imbécil. No creas que es mi jefe, no, mi Señor es un hermoso
Arlequín que vive en unas galaxias totalmente lejanas de la Vía Láctea donde viven
todos los hijos de la
Imaginación que las Alegorías pudieron narrar desde la
idealidad. Todos ellos también son solitarios, como mi jefe, tienen su cede en la Luna ya que están de alguna
forma comprometidos con los humanos.
Pero volvamos al asunto de la objetividad:
sería fácil explicar por qué en mi mundo soy objetivo ya que aquí todo es
posible, lo interesante es demostrarlo en la realidad, claro que cada vez que
hablo de la realidad hago referencia a los seres que están sujetados en la
sociedad a través de un lenguaje en común que construye representaciones
simbólicas, no más que para estructurar al organizarse de algún modo y no
enloquecer, prefiriendo la esclavitud y la hipocresía, el olvido y la
ignorancia, la irresponsabilidad por perseguir sus necesidades que creen
naturales volviéndose caprichosos, posesivos, nostálgicos y neuróticos;
enajenados, extrañados o diferenciados cuando piensan sus objetivos como
naturales... todo vale cuando se quiere llegar al objeto. La realidad es donde
vive el imbécil, ese humano en quién confió sus fuerzas mi Señor astral.
Y no es imbécil por inocente ya que él sabe
cuáles son los resultados de esa ecuación que es la vida moderna, es imbécil
por querer alejarse de los astros. Aquí será contada toda la historia y no en
forma de novela porque soy demasiado cambiante como para ser el mismo en todo
el viaje en el que se van a introducir, en éste libro se encontrarán escritos
que parecen independientes, algunos quizá los sean, estos pequeños “relatos
micropoéticos en prosa” (hay pocos en verso, en estos se destaca la
sensación concentrada en continentes irregularmente delimitados como si se le
extrajera lo mejor a la pulpa y en una reducción se aprovechasen los aromatizantes que refuerzan a otros
condimentos) todos tienen un compromiso con el pensamiento trágico al
evidenciar la hegemonía de la interrogación, inevitable será el drama para
alguien.
Soy el testigo, el biógrafo del escritor
empírico, del pobre imbécil que fue elegido por un Arlequín carismático para
hacerle sentir como un astro que supo hacer reír, en aquel entonces era el dios
de la risa. Represento a mi jefe, amo y Señor, con voz potente, por objetiva,
por buscar la verdad en donde no fue construida, pues los objetos son aludidos
por un lenguaje, no obstante, jamás serán conocidos en la realidad, por lo que
juego intensamente con la ilusión al no encontrar diferencias tangibles en la
ambigüedad.
Bienvenidos a un mundo donde la realidad es
protagonista cuando la encarna un imbécil que fue “contaminado” con la sangre
lunar de un mago, definiendo la esencia libre de un sujeto que por inadaptado,
al convivir con los humanos, intenta definirse primero para poder agruparse
después con aquellos con los que se reconoce. Un estúpido, un elemento más de
lo esclavizante, un dictador por haber sido torturado, un “dulce” imbécil que
desarrolló muchas formas en su psiquis sin concebirlas como mecanismos de
ningún tipo o trastornos mentales porque simplemente existen como existe esta ilusión,
como sobrevive la realidad cuando no tiene diferencias con la ficción.
Sumérjanse en el viaje de un Arlequín que
quiere recuperar su cuerpo terrenal por
haber sido asignado a la
Mentira o a la
Razón (el gesto ruborizado y el más pálido, respectivamente,
ante la daga famélica del amor) en donde yo, por regla “general” obsequio
el prólogo y no soy más que la representación menos inexacta no por querer
serlo sino por reconocerme posible y ficticio, un simple invento que tiene un
cuerpo humano modificado con la fantasía melancólica de un astro. Puedo ser
objetivo porque soy un objeto explicativo sólo para encontrar cuál es la verdad
que se esconde en el sujeto que niega su pureza pero además se resiste a
convivir con el autismo humano.
Soy una entidad no subjetiva como el resto,
conformo una personalidad mediadora entre el Rey de los personajes literarios y
escénicos cuando pretenden introducirse en la realidad de un imbécil que quiere
instaurarse, teniendo semejante poder, para ser admitido bajo la sociedad.
Y las ciencias humanas no son objetivas (explican
al sujeto desde un lenguaje que mantiene vigente a un sistema imperante) su
lenguaje se refugia en la diversidad de instituciones que intentan secuestrar
al sujeto, embutiéndolo en un sistema que beneficia a los que creen que son
felices porque se lo han ganado y no son más ni menos esclavos que los
“anormales” que intentan adaptarse a las reglas de un sistema
político-económico diferencial, sutil, virtual por macabro.
Los invito a impregnarse en los títulos,
símbolos, de cada historia escrita con sentimiento dorado, camuflado para
distorsionar las formas y no conocer con límites banales... Por ello sugiero
dejarse musicalizar por el tono encubierto en cada escrito, propongo imaginar
hasta en la escucha más interna del lector al tipo de voz con sus matices en el
registro, proyección, modulación, color o textura y demás cualidades incluso
audiovisuales, que pudieran contornear los diferentes discursos. Participar del
armado de un rompecabezas ante piezas que en comentarios se revelan estalladas.